Escenificación de la hazaña de los silenses contra el ataque de los árabes. Cencerradas, pasacalles,"las crestas", carrera de jinetes de San Anton, carrerillas de los chicos por el pueblo portando antorchas, misa castellana y de Acción de Gracias Como manda la tradición, tras la comida, las autoridades inician el juego de la taba, y si antes las apuestas se cruzaban en duros y pesetas de plata, ahora se hacen en euros, no sólo en el recinto sino en todos los bares del pueblo. Ni siquiera la prohibición que pesó sobre los juegos de azar durante el régimen franquista pudo con la Tabera, fiesta que rebrotó y rebrotó hasta llegar a nuestros días.
Fiestas y tradiciones de interés
Burgos, dónde se une fiesta y tradición
A lo largo y ancho de esta extensa provincia los pueblos aún atesoran un rico patrimonio etnológico integrado, entre otros, por arquitectura, antiguos oficios, costumbres y fiestas populares. Este patrimonio es la herencia acumulada del modo de vida que los burgaleses han llevado durante siglos.
La agricultura y la ganadería han supuesto la principal fuente de ingresos de los habitantes del campo. Agricultores y carreteros, ganaderos y mesoneros, artesanos y herreros, resineros y pastores, han habitado unas casas adaptadas a la climatología de cada comarca y a las necesidades de su actividad; como los gruesos muros de mampostería o los escasos vanos para protegerse del frío y crudo invierno; o los pajares y añadidos para guardar carros o almacenar paja.
No todo es trabajo en la vida de los burgaleses. También hay un tiempo para la fiesta y el ocio. La fiesta supone celebración, juego, reconocimiento o hermandad. Se mantiene un calendario compatible con las labores agrarias que se combina con el ciclo ritual católico.
En los meses estivales numerosas poblaciones rinden homenaje a sus patrones con unas animadas fiestas que congregan a habitantes y visitantes en torno a la misa, el baile, el deporte y la buena mesa. Otras localidades mantienen vivos mercados semanales, romerías y ferias ganaderas, buen lugar para adquirir productos locales.
Además de la Semana Santa, las Fiestas de El Colacho de Castrillo en Murcia, El Capitán en Frías, Las Nieves en Las Machorras, Los Danzantes en Fuentelcésped, La Tabera en Briviesca, Los Jefes en Santo Domingo de Silos, el Desjarrete en Poza de la Sal y El Curpillos en Burgos y las romerías de San Bernabé en Ojo Guareña, El Santito en Caleruega y San Juan del Monte en Miranda de Ebro, están declaradas Fiestas de Interés Turístico Regional. Representaciones históricas, jornadas gastronómicas y eventos completan el apartado festivo.
Es una tradición popular que Villadiego ha recuperado recientemente –año 2002- con el principal fin de mirar hacia el pasado y así revalorizar su historia. Pero no sólo eso sino que, además, es uno de los muchos vehículos utilizados para incentivar el turismo en la villa y exportar su nombre fuera de las fronteras burgaleses y, a la vez, reunir a todos los vecinos en torno a un proyecto cultural común.
La Fiesta del Judas estuvo arraigada hasta principios del siglo XX. Se celebraba en la mayor parte de nuestros pueblos y en muchas ciudades. En todos aparece la figura central del Judas, un pelele que ante el regocijo general acababa en la hoguera. En muchos, precedía a este acto, un juicio grotesco en el que se recordaba la vida de Judas y todos los males por él cometidos y los que en el pueblo seguían perpetrándose.
Se imputaban al Judas todos los males y calamidades ocurridos en la Villa durante el año, así como las faltas de los mandatarios políticos y las causas de los enfrentamientos entre vecinos.
De forma mucho más espectacular se representaba el Judas en Burgos, Lerma, Villadiego, Castrillo del Val y Belorado. En estas localidades duraba varios días de desfiles, batallas, mucha pólvora y alboroto, hasta que se lograba apresar al Judas. Desfilaban, luciendo sus uniformes, la infantería, formada por dragones y granaderos, la artillería y caballería de los turcos. La banda municipal marcaba con sus himnos el ritmo del desfile, mientras los Cadenas ocultaban al Judas con la ayuda de los Miñones.
Era y es duro el enfrentamiento entre los defensores del Judas y los ejércitos reales, quienes después de diversas alternativas logran imponerse y apresar al discípulo traidor. Entre el alborozo del pueblo se le lleva a la Plaza Mayor para ser públicamente juzgado y condenado. El mal quedaba reducido a cenizas y el pueblo, purificado, celebraba la reconciliación. Todo acababa en fiesta, una fiesta que nunca debió perderse y que hemos recuperado para que en años sucesivos vaya recobrando el esplendor que la hizo famosa fuera de nuestras tierras.
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